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Fuente de la foto: planetacurioso.com

Joven Pulpín: ¿Figurita repetida?

Frente al éxito de las movilizaciones, los jóvenes anti-pulpin se enfrentan a la pregunta por el Qué hacer. Evitar el camino de la antipolitica es uno de los retos más urgentes. 

Solaris

Publicado: 2015-02-05

El éxito de la protesta contra la ley pulpin ha hecho que varios tomen este hecho como una especia de bautizo generacional. Lo logrado por los jóvenes anti-pulpines no ha sido poco: la derogatoria de una ley apoyada hasta el final por el gobierno y los principales gremios empresariales, la movilizaciones de varios miles de personas durante poco más de un mes (con el mérito adicional de haberlo hecho en una ciudad poco dada a la movilización) y la creación de nuevos repertorios de protesta. Como cualquier movimiento, el de los jóvenes anti-pulpines debe afrontar el reto de la permanencia en el tiempo. Cómo lograr que la mayor parte de los movilizados no se replieguen a la esfera privada y como preservar los vínculos organizativos generados en esa coyuntura son algunos problemas que deberán ser resueltos por los jóvenes. Estos mismos problemas debieron enfrentar los que siendo jóvenes a fines del siglo pasado salieron a las calles pidiendo el fin del fujimorismo. Al igual que los anti-pulpines, se trataba de jóvenes que tomaban un primer contacto con la política vía las protestas. Eran esa y ésta, una juventud que desconfiaba de la política y de los políticos en general. No le gustaban las formas de organización clásicas de los partidos políticos. Tampoco les gustaban los líderes, preferían la construcción de organizaciones horizontales, con pocos niveles de jerarquía. Hasta cierto punto la generación de las protestas contra el fujimorismo fue más bien postpolítica. Tanto su lectura como su propuesta se orientaban en la recuperación de la dimensión ética que la política había perdido, sepultada por la corrupción fujimorista y sus afanes rereeleccionistas. Esa es quizás la principal diferencia frente a los anti-pulpines, quienes demuestran una mayor politización inicial que la generación previa. La movilización hacia la CONFIEP parece reafirmar este punto, asi como el haber puesto en el centro del debate la vieja pero fundamental contradicción entre capital y trabajo. No se trata solo de un problema de mal gobierno, sino de intereses que pugnan por aumentar sus ganancias o mantener sus derechos. Pese a este última diferencia tanto uno y otro momento comparten múltiples elementos, como por ejemplo el querer convertir un rasgo en virtud. Así la desconfianza hacia la política y hacia la creación de estructuras organizativas complejas de los anti-fujimoristas primero y de los anti-pulpines después no son vistos por algunos comentaristas como elementos propios de un movimiento nuevo, sino como virtudes intrínsecas que deben ser potenciadas. Hay quienes interpretan esto como los signos de una nueva forma de hacer política, el indeclinable deseo de autonomía de estos colectivos juveniles, el regreso del protagonismo popular o más aún el anuncio de una nueva democracia. En estos casos, se confunden, de manera más o menos interesada, las características de un movimiento en gestación con posturas ideológicas. Es por ello que creo que se equivocan quienes quieren impulsar a los jóvenes anti-pulpines a una rueda sin fin de movilización permanente que no se traduzca en algún tipo de organización que busque permanecer en el tiempo; que critique a los jóvenes que por alguna razón se han convertido en voceros o han ganado presencia mediática como producto de las movilizaciones; que busque crear una burbuja donde estos jóvenes no sean contaminados por el mundo de la política tradicional y el poder. Una coyuntura adversa y un discurso post-político marcaron la disolución del movimiento juvenil antifujimorista. Hoy con una coyuntura más favorable, no solo en términos ideológicos, sino también organizativos, los anti-pulpines pueden naufragar si siguen el camino de la revolución permanente. Tienen que vencer sus iniciales reflejos post-políticos y tomar más bien conciencia de la necesidad de construir organizaciones que apuesten por ganar elecciones y obtener el poder para transformar el país. Tener en claro esto supone unas adecuada lectura sobre la situación del Perú: alineado con la derecha regional y lejos del giro progresista de la última década. Por lo tanto ,el problema principal es cómo, después de la traición de Humala, el país logra producir un giro de este tipo a nivel del gobierno y el resto de sus instituciones. El Perú no está en una coyuntura donde el terreno electoral ha ofrecido todo lo que da y que por lo tanto el camino a tomar es el de la construcción de movimientos sociales que presionen a gobiernos progresistas con la mira puesta en cambios más profundos. Estamos en una situación anterior, donde el objetivo para las fuerzas que buscan el cambio social es la construcción del instrumento político-electoral que haga posible el primer paso. Quien sabe si presa del discurso post-político, la generación antifujimorista se disolvió. Algunos de los líderes más visibles produjeron salidas individuales, algunos se lanzaron al parlamento con más o menos éxito, otros entraron a trabajar al Estado recientemente recuperado a la mafia fujimorista, pero el grueso de los que marchaban se fue a sus casas a retomar sus vidas. Si la generación anti-pulpín no quiere convertirse en figurita repetida, debe construir organización e inevitablemente entrar al mundo de la política, que tanto desprecian algunos, pero que a cambio les ofrecerá la posibilidad de trascender el instante. Si lo rechazan, la gran mayoría de los que ocuparon recientemente la Vía Expresa regresaran a su vida privada y quizás en algún momento tengan que votar, a falta de alternativas por alguno de los políticos que rechazaron en las movilizaciones.

Originalmente publicado en: NoticiasSER


Escrito por

Carlos Alberto Adrianzén

Soy sociólogo y ando haciendo un doctorado de ciencia política en Buenos Aires.


Publicado en

Solaris

Una vez tuve un blog, subí dos entradas y lo abandoné. Espero que esta vez vaya mejor.